La figura de la mujer y de la maternidad ha sido crucial en la cultura de Latinoamérica. Durante su historia, Latinoamérica ha tenido una relación complicada con la figura de la mujer. Antes de la conquista, las leyendas de las civilizaciones antiguas, como las de los mayas, aztecas e incas, mostraban cómo la figura femenina había florecido con roles múltiples. Sin embargo, desde la conquista, la mujer se encontró en una jaula de oro, metida, silenciada y desconectada de las raíces indígenas. Este tiempo de silencio durará 400 años y dará como resultado en una cultura con sustrato indígena. Leyendas más contemporáneo durante el tiempo de silencio mostraban la influencia occidental que resultó en la manifestación de una figura femenina creada por el patriarcal. Cuando llegó la II Guerra Mundial, las mujeres se reconectaron con la figura femenina de las leyendas orales con el costumbrismo latinoamericano del XIX. Posteriormente, en el siglo XX, las mujeres empezaron a reconstruir lo que era destruido durante los siglos después de la conquista, según el desaparecimiento de miles de personas. Sin miedo, empezaron a destruir su jaula de oro, y poco a poco abrazó el rol mundial actuante de la mujer latinoamericana como constructora, destructora y reconstructora.
Los cuentos orales sobre mujeres encerraban la verdadera identidad de la civilizaciones antiguas. Las mujeres tenían un papel de liderazgo a través de los roles de madre, sembradora de comida, fabricante de ropa y colectoras de agua. En las tres grandes civilizaciones precolombinas, a veces ellas peleaban al lado de los hombres en batallas. Mientras que los hombres eran el poder político en la sociedad, las mujeres eran el poder intrínseco de la raza y del pueblo. La figura de la maternidad era algo que los indígenas relacionaron con cada aspecto de su existencia, como una presencia omnipresente. Todo en la tierra tiene una mamá, así que muchas de las diosas durante este tiempo representaron los diferentes aspectos y procesos ínsitos a la naturaleza. Esto se demuestra en una leyenda maya sobre la Madre del Maíz, que es una mazorca doble de maíz, la figura de la madre está conectada con la madre tierra, que era la proveedora de la humanidad:
“Una vez que su marido la golpeó, Madre del Maíz limpió la sangre de su nariz con una oreja de maíz. Así fue como llegó a ser el maíz rojo. Donde la madre de maíz orinó, la primera vid de calabaza creció, cuando ella orinó otra vez, un chayote apareció”. (103, Past).
Las leyendas orales de los tiempos antiguos indican que la mujer representaba algo sagrado en las civilizaciones antiguos, sagrado como la madre tierra y sus creaciones. Aunque las mujeres eran “las creadores de vida” y partes de los actores sociales durante los tiempos antiguos, tenían una identidad compleja en estos civilizaciones avanzadas. En una leyenda inca muy arcaica que se llama “Ollantay”, una princesa inca llamada Cusi Coyllur o “Estrella Alegre” se enamoró de uno de los generales incas (26 Santillana). Su papá, el emperador Pachacútec no permitía que Cusi Coyllur se casará, pero la princesa secretamente, con la ayuda de su mamá, Quya, se fue a ver al general, Ollanta. Se casaron afuera de las tradiciones y la princesa se embarazó sin el saber de Ollanta. El emperador Pachacútec la puso en una cárcel para que no pudiera ver a Ollanta. La hija de la princesa y Ollanta, Ima Sumac, creció hasta convertirse en bella y sensible niña y vivía afuera del palacio como una niña común, sin los derechos de una noble. Al final de la versión española de esta leyenda, Cusi Coyllur y Ollanta se casaron tradicionalmente, después del reconocimiento entre Ollanta y su hija, Ima Sumac, una noble princesa inca como su madre. Este final dramático se resuelven los conflictos que son propios del teatro español.
La leyenda de “Ollantay” era oral, porque los incas no poseían una lengua escrita. En cambio, usaron hilos que se llamaban Quipus, que eran de diferentes colores y se usaban como palabras o conceptos, incluso matemáticos. La leyenda de Ollanta y Cusi Coyllur muestra algunos elementos del rol de las mujeres, como el de la mamá de Cusi Coyllur, Quya, y la manera como intervino para proteger a su hija y ayudarle a realizar su amor por Ollanta. Como protectora, Quya entendía el puro amor que sentía la princesa hacia el general de Pachapuchec. Aquí tenemos la figura de la maternidad como diosa, como cuidadora y protectora del amor puro. Por el contrario, en la otra cara de la moneda Cusi Coyllur ha estado encarrerada debido a su amor verdadero por Ollanta y sufre sabiendo que su hija Ima Sumac no tiene los derechos de noble y vive como una común.
La situación de Cusi Coyllur demuestra la relación entre la paternidad/machismo durante estos tiempos, una relación peligrosa entre las mujeres y los hombres, la cual todavía existe hoy en día, y con más fuerza. Para los sacrificios, las mujeres eran consideradas las mejores ofrendas, especialmente las mujeres vírgenes. Los esqueletos de estas mujeres han sido encontrados en cuevas y montañas, mientras que el arte dejado atrás en los templos dice que las mujeres también eran tiradas en los volcanes locales (Hunt). Con todo, no solamente el cuerpo de una mujer era tratado como una ofrenda, su prestigio y su herencia también funcionaban como ofrenda. El ofrecimiento de la mujer como objeto fue practicado aún más frecuencia durante la frontera de la conquista.
El mundo occidental denigró a los indígenas y el papel de la mujer. La conquista fue el catalizador de los 400 años de silencio para las mujeres (siglos XVI-XVX). Al principio, los indígenas presentaron mujeres a los conquistadores como ofrenda de paz o regalo. El resultado fue que los conquistadores también empezaron a usar a las mujeres por su cuerpos, prestigio y herencias, pero con más fuerza y ambición de conquistar. Por consiguiente, se obnubiló el papel de las mujeres y toda la literatura oral que existía sobre ella. Cuando los conquistadores se casaron con las mujeres indígenas, los cuentos y leyendas precolombinas no podían ser repetidos a los niños, porque el cristianismo lo prohibía. Adicionalmente, los europeos quemaron toda la literatura escrita de los indígenas como una forma de censura.
Sin el poder de contar ni escribir las historias, la cultura europea oscureció los cuentos indígenas. Las mujeres indígenas empezaron a olvidar cómo usar su capacidad de creación y sus roles como figuras sagradas y de liderazgo. Sin la ayuda de los sacerdotes jesuitas, quienes trabajaron en las comunidades de la gente indígena, las mujeres de la tierra latinoamericana no tuvieron las leyendas de hoy. Los sacerdotes aprendieron la lengua de los indígenas y se dedicaron a recoger la literatura oral (36 Los Incas y la literatura quechua del Perú: nostalgia y derrota). La única razón por la que los indígenas en la guerra de independencia se pusieron del lado del lado del rey español era por el agradecimiento que le tenían a los sacerdotes.
El cristianismo y el patriarcado, en la mayoría de los casos, enterraron las leyendas orales debajo de la tierra y elevaron la figura de la Virgen María en su lugar. Los indígenas, buscando algo para relacionar con la figura de “la madre”, empezaron una contracultura y una fe más potente y fuerte en la Virgen María (35 Los Incas y la literatura quechua del Perú: nostalgia y derrota). Adorar la Virgen María era la única manera de mantener a Pachamama o “Madre Tierra”, una deidad inca que simboliza la naturaleza. La Virgen, traída de Europa, reemplazó las diosas de todas las civilizaciones antiguas, amortiguando sus voces milenarias; pero al tratar los europeos de silenciar a los indígenas y sus leyendas orales, lo que hicieron fue reforzarlas.
La Virgen de Guadalupe es uno de los resultados de las creencias subterráneas llamada, actualmente Marianismo, tendencia cultural que tiene como centro a la Virgen María. Con sus propias leyendas, La Virgen de Guadalupe empezó a ser una figura fundamental para los indígenas. Durante este tiempo, los europeos enseñaron a los indígenas cómo construir las iglesias católicas. Durante dicha construcción, los indígenas metían esculturas de caritas de los dioses indígenas entre la madera, el oro y los otros metales en las estructuras de las iglesias como altares y fachadas; la mayoría del tiempo eran caras indígenas. También representaban a la Virgen como indígena, porque tenía la piel más oscura, ya la vestían con ropa tradicional de gran colorido y decorado. Las mujeres indígenas podían relacionarse con la figura de la Virgen por su maternidad, pero llevaban el sentido de la jaula de oro con su característica importante: su pureza. Las mujeres indígenas no van a tener una relación con una figura como sus poderosas diosas hasta la II Guerra Mundial, cuando retorna una especie de costumbrismo y rescate del folclor regional con leyendas como la de La Llorona.
Durante la segundo parte de los 400 años de silencio, la leyenda de La Llorona aumentó (Siglo XIX). La leyenda de una mujer que mata a sus hijos y seduce a los hombres se dice que es una decendencia de una diosa azteca poderosa que se llama Coatlicue (mujer serpiente) (53 Pérez). Coatlicue se considera una de las más complejas deidades náhuatl porque presenta una dualidad en sí misma y se considera como multidimensional. Su dualidad consiste en dos deidades, Tonantzin y Tlazolteotl y tiene el poder de crear vida, destruir vida y cargar el amor y el pecado en su cuerpo al mismo tiempo. Se la describe con una falda de serpientes, un collar de corazones y manos y fe: ha sido comparada con Medusa (54 Pérez). Coatlicue es una diosa que representa la figura de la mujer antes de la conquista, la mujer sagrada, líder y compleja. Hacia el final de la civilización azteca, los dioses de guerra eran más adorados y se promovió la imagen de estas diosas poderosas (Coatlicue) como si fueran mujeres lamentables (54 Pérez). La transformación del patriarcado puso la figura de la mujer en un rol comprometido y estableció a La Llorona como un peligro para los hombres y los niños en vez de ser “la creadora de vida”. En formas similar al ascenso de Coatlicue, La Llorona arroga un papel múltiple como madre, asesina y seductora. Este rol fue creado por las manos de la colonización.
La relación entre La Llorona y Coatlicue no fue reconocida hasta el Costumbrismo del siglo XIX, cuando los autores latinoamericanos empezaron a buscar las leyendas, los cuentos y las historias para reencontrarse con su pasado y su cultura indígena. Después del descubrimiento de Coatlicue y otras diosas como Pachamama, las mujeres Latinoamericanas pudieron reclamar su narrativa indígena y la figura de La Llorona, reconstruyendo así la narrativa femenina. El Boom Latinoamericano también presentó nuevamente a las abuelas como importantes, porque guardaban la herencia y las madres eran la raíz, el sostén de la casa. Por los siglos XX y XXI, las mujeres por toda Latinoamérica han sido reconstructoras de la sociedad. Por ejemplo, las COMADRES, un comité de mujeres mayas de hoy, reconstruyeron El Salvador durante el tiempo de los desaparecidos durante los 80 usando sus formas de narración oral para gritar la verdad de lo que había pasado contra sus hijos e hijas. Las madres de la Plaza de Mayo en Argentina también eran un gran movimiento de reconstructoras, que han abandonado sus jaulas de oro, asumiendo los roles de líder.
La importancia de la literatura oral es evidente en la historia más reciente, como las de las madres de los desaparecidos. Cuando las leyendas indígenas empezaron a aparecer durante el Costumbrismo, las mujeres Latinoamericanas se sintieron revitalizadas y renovadas, a través de la memoria y la fuerza de las leyendas de su ancestros. La literatura mantiene la herencia y la memoria de los pueblos. Sin las leyendas antiguas, no sabemos si la figura femenina indígena pudiera estar presente en los movimientos contemporáneos. Así que la conservación de las leyendas debe ser parte de la conversación de la cultura para entender la identidad escondida de la mujer. En la modernidad, las mujeres tenían que empezar a construir. Hoy más que nunca, en la postmodernidad, son reconstructoras.
Los cuentos orales sobre mujeres encerraban la verdadera identidad de la civilizaciones antiguas. Las mujeres tenían un papel de liderazgo a través de los roles de madre, sembradora de comida, fabricante de ropa y colectoras de agua. En las tres grandes civilizaciones precolombinas, a veces ellas peleaban al lado de los hombres en batallas. Mientras que los hombres eran el poder político en la sociedad, las mujeres eran el poder intrínseco de la raza y del pueblo. La figura de la maternidad era algo que los indígenas relacionaron con cada aspecto de su existencia, como una presencia omnipresente. Todo en la tierra tiene una mamá, así que muchas de las diosas durante este tiempo representaron los diferentes aspectos y procesos ínsitos a la naturaleza. Esto se demuestra en una leyenda maya sobre la Madre del Maíz, que es una mazorca doble de maíz, la figura de la madre está conectada con la madre tierra, que era la proveedora de la humanidad:
“Una vez que su marido la golpeó, Madre del Maíz limpió la sangre de su nariz con una oreja de maíz. Así fue como llegó a ser el maíz rojo. Donde la madre de maíz orinó, la primera vid de calabaza creció, cuando ella orinó otra vez, un chayote apareció”. (103, Past).
Las leyendas orales de los tiempos antiguos indican que la mujer representaba algo sagrado en las civilizaciones antiguos, sagrado como la madre tierra y sus creaciones. Aunque las mujeres eran “las creadores de vida” y partes de los actores sociales durante los tiempos antiguos, tenían una identidad compleja en estos civilizaciones avanzadas. En una leyenda inca muy arcaica que se llama “Ollantay”, una princesa inca llamada Cusi Coyllur o “Estrella Alegre” se enamoró de uno de los generales incas (26 Santillana). Su papá, el emperador Pachacútec no permitía que Cusi Coyllur se casará, pero la princesa secretamente, con la ayuda de su mamá, Quya, se fue a ver al general, Ollanta. Se casaron afuera de las tradiciones y la princesa se embarazó sin el saber de Ollanta. El emperador Pachacútec la puso en una cárcel para que no pudiera ver a Ollanta. La hija de la princesa y Ollanta, Ima Sumac, creció hasta convertirse en bella y sensible niña y vivía afuera del palacio como una niña común, sin los derechos de una noble. Al final de la versión española de esta leyenda, Cusi Coyllur y Ollanta se casaron tradicionalmente, después del reconocimiento entre Ollanta y su hija, Ima Sumac, una noble princesa inca como su madre. Este final dramático se resuelven los conflictos que son propios del teatro español.
La leyenda de “Ollantay” era oral, porque los incas no poseían una lengua escrita. En cambio, usaron hilos que se llamaban Quipus, que eran de diferentes colores y se usaban como palabras o conceptos, incluso matemáticos. La leyenda de Ollanta y Cusi Coyllur muestra algunos elementos del rol de las mujeres, como el de la mamá de Cusi Coyllur, Quya, y la manera como intervino para proteger a su hija y ayudarle a realizar su amor por Ollanta. Como protectora, Quya entendía el puro amor que sentía la princesa hacia el general de Pachapuchec. Aquí tenemos la figura de la maternidad como diosa, como cuidadora y protectora del amor puro. Por el contrario, en la otra cara de la moneda Cusi Coyllur ha estado encarrerada debido a su amor verdadero por Ollanta y sufre sabiendo que su hija Ima Sumac no tiene los derechos de noble y vive como una común.
La situación de Cusi Coyllur demuestra la relación entre la paternidad/machismo durante estos tiempos, una relación peligrosa entre las mujeres y los hombres, la cual todavía existe hoy en día, y con más fuerza. Para los sacrificios, las mujeres eran consideradas las mejores ofrendas, especialmente las mujeres vírgenes. Los esqueletos de estas mujeres han sido encontrados en cuevas y montañas, mientras que el arte dejado atrás en los templos dice que las mujeres también eran tiradas en los volcanes locales (Hunt). Con todo, no solamente el cuerpo de una mujer era tratado como una ofrenda, su prestigio y su herencia también funcionaban como ofrenda. El ofrecimiento de la mujer como objeto fue practicado aún más frecuencia durante la frontera de la conquista.
El mundo occidental denigró a los indígenas y el papel de la mujer. La conquista fue el catalizador de los 400 años de silencio para las mujeres (siglos XVI-XVX). Al principio, los indígenas presentaron mujeres a los conquistadores como ofrenda de paz o regalo. El resultado fue que los conquistadores también empezaron a usar a las mujeres por su cuerpos, prestigio y herencias, pero con más fuerza y ambición de conquistar. Por consiguiente, se obnubiló el papel de las mujeres y toda la literatura oral que existía sobre ella. Cuando los conquistadores se casaron con las mujeres indígenas, los cuentos y leyendas precolombinas no podían ser repetidos a los niños, porque el cristianismo lo prohibía. Adicionalmente, los europeos quemaron toda la literatura escrita de los indígenas como una forma de censura.
Sin el poder de contar ni escribir las historias, la cultura europea oscureció los cuentos indígenas. Las mujeres indígenas empezaron a olvidar cómo usar su capacidad de creación y sus roles como figuras sagradas y de liderazgo. Sin la ayuda de los sacerdotes jesuitas, quienes trabajaron en las comunidades de la gente indígena, las mujeres de la tierra latinoamericana no tuvieron las leyendas de hoy. Los sacerdotes aprendieron la lengua de los indígenas y se dedicaron a recoger la literatura oral (36 Los Incas y la literatura quechua del Perú: nostalgia y derrota). La única razón por la que los indígenas en la guerra de independencia se pusieron del lado del lado del rey español era por el agradecimiento que le tenían a los sacerdotes.
El cristianismo y el patriarcado, en la mayoría de los casos, enterraron las leyendas orales debajo de la tierra y elevaron la figura de la Virgen María en su lugar. Los indígenas, buscando algo para relacionar con la figura de “la madre”, empezaron una contracultura y una fe más potente y fuerte en la Virgen María (35 Los Incas y la literatura quechua del Perú: nostalgia y derrota). Adorar la Virgen María era la única manera de mantener a Pachamama o “Madre Tierra”, una deidad inca que simboliza la naturaleza. La Virgen, traída de Europa, reemplazó las diosas de todas las civilizaciones antiguas, amortiguando sus voces milenarias; pero al tratar los europeos de silenciar a los indígenas y sus leyendas orales, lo que hicieron fue reforzarlas.
La Virgen de Guadalupe es uno de los resultados de las creencias subterráneas llamada, actualmente Marianismo, tendencia cultural que tiene como centro a la Virgen María. Con sus propias leyendas, La Virgen de Guadalupe empezó a ser una figura fundamental para los indígenas. Durante este tiempo, los europeos enseñaron a los indígenas cómo construir las iglesias católicas. Durante dicha construcción, los indígenas metían esculturas de caritas de los dioses indígenas entre la madera, el oro y los otros metales en las estructuras de las iglesias como altares y fachadas; la mayoría del tiempo eran caras indígenas. También representaban a la Virgen como indígena, porque tenía la piel más oscura, ya la vestían con ropa tradicional de gran colorido y decorado. Las mujeres indígenas podían relacionarse con la figura de la Virgen por su maternidad, pero llevaban el sentido de la jaula de oro con su característica importante: su pureza. Las mujeres indígenas no van a tener una relación con una figura como sus poderosas diosas hasta la II Guerra Mundial, cuando retorna una especie de costumbrismo y rescate del folclor regional con leyendas como la de La Llorona.
Durante la segundo parte de los 400 años de silencio, la leyenda de La Llorona aumentó (Siglo XIX). La leyenda de una mujer que mata a sus hijos y seduce a los hombres se dice que es una decendencia de una diosa azteca poderosa que se llama Coatlicue (mujer serpiente) (53 Pérez). Coatlicue se considera una de las más complejas deidades náhuatl porque presenta una dualidad en sí misma y se considera como multidimensional. Su dualidad consiste en dos deidades, Tonantzin y Tlazolteotl y tiene el poder de crear vida, destruir vida y cargar el amor y el pecado en su cuerpo al mismo tiempo. Se la describe con una falda de serpientes, un collar de corazones y manos y fe: ha sido comparada con Medusa (54 Pérez). Coatlicue es una diosa que representa la figura de la mujer antes de la conquista, la mujer sagrada, líder y compleja. Hacia el final de la civilización azteca, los dioses de guerra eran más adorados y se promovió la imagen de estas diosas poderosas (Coatlicue) como si fueran mujeres lamentables (54 Pérez). La transformación del patriarcado puso la figura de la mujer en un rol comprometido y estableció a La Llorona como un peligro para los hombres y los niños en vez de ser “la creadora de vida”. En formas similar al ascenso de Coatlicue, La Llorona arroga un papel múltiple como madre, asesina y seductora. Este rol fue creado por las manos de la colonización.
La relación entre La Llorona y Coatlicue no fue reconocida hasta el Costumbrismo del siglo XIX, cuando los autores latinoamericanos empezaron a buscar las leyendas, los cuentos y las historias para reencontrarse con su pasado y su cultura indígena. Después del descubrimiento de Coatlicue y otras diosas como Pachamama, las mujeres Latinoamericanas pudieron reclamar su narrativa indígena y la figura de La Llorona, reconstruyendo así la narrativa femenina. El Boom Latinoamericano también presentó nuevamente a las abuelas como importantes, porque guardaban la herencia y las madres eran la raíz, el sostén de la casa. Por los siglos XX y XXI, las mujeres por toda Latinoamérica han sido reconstructoras de la sociedad. Por ejemplo, las COMADRES, un comité de mujeres mayas de hoy, reconstruyeron El Salvador durante el tiempo de los desaparecidos durante los 80 usando sus formas de narración oral para gritar la verdad de lo que había pasado contra sus hijos e hijas. Las madres de la Plaza de Mayo en Argentina también eran un gran movimiento de reconstructoras, que han abandonado sus jaulas de oro, asumiendo los roles de líder.
La importancia de la literatura oral es evidente en la historia más reciente, como las de las madres de los desaparecidos. Cuando las leyendas indígenas empezaron a aparecer durante el Costumbrismo, las mujeres Latinoamericanas se sintieron revitalizadas y renovadas, a través de la memoria y la fuerza de las leyendas de su ancestros. La literatura mantiene la herencia y la memoria de los pueblos. Sin las leyendas antiguas, no sabemos si la figura femenina indígena pudiera estar presente en los movimientos contemporáneos. Así que la conservación de las leyendas debe ser parte de la conversación de la cultura para entender la identidad escondida de la mujer. En la modernidad, las mujeres tenían que empezar a construir. Hoy más que nunca, en la postmodernidad, son reconstructoras.
Madre del Maíz maya https://www.invaluable.com/auction-lot/maya-pottery-corn-goddess-liberal-mayan-blue-pi-71c-c-c3947a7bf
Leyenda Inca “Ollantay” como película de niños https://www.yumpu.com/xx/document/read/62813239/cuento-ollantay
Diosa Azteca Coatlicue https://en.wikipedia.org/wiki/Coatlicue_statue
Las COMADRES de El Salvador https://en.wikipedia.org/wiki/COMADRES
La Virgen de Urkupiña, Bolivia https://www.soldepando.com/httpwww-soldepando-comp2134/